Friday 4 March 2011

La amatista y el demonio


Llego de un largo viaje. No sé qué hora y día es, ya que perdí un poco el sentido del tiempo… bueno; después de todo, es un elemento que no tomo mucho en cuenta porque tendría como resultado final, el aburrimiento.

Es extraño darse cuenta que dejar un lugar por mucho tiempo, implica una transformación en éste a tal grado que, no es posible detectarlo hasta cuando has pasado algunos minutos o bien, no encuentras ciertos lugares que en el pasado, llegaron a estar. Personalmente, son detalles que no tomo en cuenta porque he estado en muchos lugares… sólo me intriga ver la evolución del mundo mientras que mi persona, se mantiene intacta.

No tengo ningún afecto por los sitios en los que he estado, aunque no voy a negar que tengo una extraña afición por este: una bulliciosa ciudad donde pasa de todo. Tal vez se debe a que es el sitio donde puedo observar de mejor forma, la conducta de los humanos. Otra razón, aquí se cometen las peores atrocidades que ellos realizan, hasta vender sus almas a los demonios…

Antes de salir del avión, me coloco las gafas oscuras porque es incómodo sentir las miradas curiosas, ya que el color de mis ojos es bastante peculiar. Así, me acomodo la gabardina negra al igual que una bufanda gris y salgo del lugar. Lo primero que captan mis ojos, son las personas que salen y entran del lugar o muchos esperando sus vuelos… demasiado movimiento.

No tardo mucho en dirigirme a una base de taxis cuando un señor, cuya apariencia era de un individuo que no sobrepasaba los sesenta años, pregunta:

-Joven, ¿desea un servicio de taxi?

-No gracias- y de manera déspota me hago a un lado para seguir caminando. No me agrada mantener un contacto directo con esos seres y peor aún, ese hombre parecía ser de esas personas que hablan durante el viaje.

Después de esto, me doy cuenta que ya me alejé demasiado del aeropuerto de tal modo que inicia un nuevo camino para mí, si se puede decir así. Es inevitable no escuchar los sonidos citadinos de un día de verano, cuando el sol está en pleno apogeo por lo que varias personas me miran raro: mi ropa no concuerda con el clima y se debe a que anteriormente, estuve en un lugar donde la temperatura era menor a este lugar.

Yo no percibo lo mismo que ellos, me da igual como voy vestido. Lo único que puedo decir al respecto, es imitar esa manera de ser de los humanos que me repugna en muchas ocasiones. No puedo hacer otra cosa, es algo que hacen muchos de los míos

porque están condenados; es decir, les tocó vivir en este mundo aunque algunos de ellos bajo el mando de los humanos…je, y se piensa que nosotros somos peores que esos.

Todas las personas que veo son únicas, mujeres, hombres, niños… todos ellos poseen una realidad que choca con otros porque no concuerda. Cada uno se conforma por sueños, ilusiones o ambiciones que les imposibilita mirar más allá de esas barreras. Así, ellos ven indiferente y sin importancia, la existencia de seres diferentes como mis aliados o yo.

Y con esto, camino como cualquier otro, evitando miradas curiosas mientras que en otros, respondo con un gruñido al igual que pequeñas frases para quitármelos de encima. Todo esto lo hago para alejarme de ellos y, llegar en el menor tiempo posible a mi destino final.

Aunque no lo crean, estoy aquí por un objetivo. Tal vez se trata de una petición especial o bien, la obtención de algo tan preciado como un alma o la vida de algún ser vivo; no lo sé… lo único que tengo como información es que el interesado es un humano: típico. ¿Por qué digo esto? simple, ellos harían lo que sea por lo imposible… sin importar los riesgos que generen sus decisiones. Finalmente, esto es lo que me hace diferentes a ellos.

Desgraciadamente, mis pensamientos se ven interrumpidos cuando unas personas chocan conmigo. Son féminas, y una de ellas se queda mirando mi rostro ya que las gafas oscuras, cayeron al suelo. Mis ojos como el hielo, se posan en ella a tal grado que no soporta la mirada y retrocede en el momento.

El color de mis ojos es como el oro, al igual que mi cabello que se iguala con la plata. Sí, esa es una de las razones por las que existe curiosidad en conocer mi apariencia. Ante eso, las chicas piden una disculpa y se van corriendo del lugar. Ni las miro porque intento recoger las gafas; cual va siendo mi sorpresa que, éstas, están arruinadas.

-Esto es terrible- digo para sí mismo. Ya sin remedio alguno, arrojo los lentes en un bote de basura para después, continuar con mi camino.

Algo que todavía me sorprende, es la cantidad de humanos que viven en esta ciudad. Tiempo atrás era todo lo contrario: poca gente y un terrible ambiente de muerte e incertidumbre. Hoy es sólo un vago recuerdo de lo conocido como la historia de un país; a mi opinión, no es nada porque son sólo imágenes vagas porque ellos viven y mueren. Nada que ver en otros seres que, viven y persiste ¿interesante, no?

Después de caminar el suficiente tiempo, decido sentarme en lo que muchos llaman como un parque: muchos árboles, flores; elementos que se han perdido por la evolución que ha sufrido este mundo. Algo que siempre he apreciado es la flora, porque en mi “mundo” no lo hay, sólo oscuridad y pesadumbre.

El lugar está casi vacío, mis ojos dorados se posan en una pequeña flor. Muchos humanos la ven simple, pero yo la veo como algo magnífico. El blanco de sus pétalos es tan puro; una palabra que pienso se ha perdido por todo lo que ha pasado. El verde de su tallo me hace recordar la frescura de un pasado olvidado; aquél que, jamás se repetirá porque fui condenado a vivir aquí y sin la oportunidad de tener en sus manos, aunque sea una de sus plumas negras.

-… no soy un humano pero es inevitable, acordarse de la razón de mi castigo divino- menciono con una pequeña sonrisa en mis labios, algo muy poco común en mí- este lugar tiene mucha semejanza con esa última vez…

El mundo está lleno de toda clase de creaturas, los humanos no se dan cuenta de ello. Solamente se interesan por su propio bienestar, al grado de opacar o mantenerse encima de los inferiores; no sé cómo están de pié pues ellos han generado las peores desgracias que un simple… demonio podría hacer con sólo mover uno de sus dedos.

Lo sé, divago mucho pero un jardín lleno de flores blancas me genera esa sensación. Este lugar me permite pensar en todo, desde mi pasado hasta la razón por la que sigo aquí. Tengo una cita al anochecer pero prefiero estar aquí mientras tanto, pierdo tiempo observando fragmentos de una naturaleza casi invisible.

Por un breve momento, cierro mis ojos para sentir esas fragancias o el ligero viento. Al minuto, me sobresalto al escuchar ruidos extraños, intento saber qué los genera hasta darme cuenta que a unos metros de mi, hay seres intentando obtener una presa. Sin que ellos se den cuenta, me escondo detrás de unos árboles para ver lo que ocurre.

-…y cuando estamos en desgracia, en esto nos convertimos- digo al ver que se tratan de demonios. El hombre siempre los ha imaginado como seres terribles, apariencias deformes con cuernos. No están muy alejados de la realidad pero cada uno de nosotros, pertenecemos a un nivel de jerarquía; ésta refleja las habilidades y el nivel de poder que se tiene y a pesar de ello, hay una característica común: optar por una apariencia semejante al humano.

Los seres que observo son idénticos a mí, sólo que ellos son delatados por el color de sus ojos: el rojo. Estos ojos solo los poseen los seres de más alta jerarquía o bien, cuando han perdido el control de sí mismos. También ha demonios cuyos colores son el dorado o en peor de los casos, simples tonos de café… éstos últimos son cuando han perdido todo, al grado de convertirse en individuos mortales.

Todos ellos miraban a alguien; yo no puedo ver bien porque hay unos arbustos que, obstaculizan mi vista. Lo único que percibo es lo que parece ser un… ¿llanto?

-Niños como tú, no deberían estar solitos por las calles- dice uno de los demonios mientras que otro, intenta jalar a su presa de uno de sus brazos.

-… ¡No! déjenme, me… me dan miedo- una vocecita hace reír a los presentes.

-Ahora que estás con nosotros, no me podemos dejar ir…- comenta quien al parecer, es el líder de ese pequeño grupo.

-Quiero a mi hermano, ¡quiero irme, ya…!- pide la pequeña ¿niña?

Al verla, surge algo en mi interior que es completamente desconocido. Me doy cuenta que es una pequeña humana cuyo cabello, es el mismo azabache de una noche sin estrellas. Viste un vestido color blanco con holanes y zapatitos negros. Tal parece que está llorando porque sus manos, cubren parte de su rostro aunque algo me deja paralizado: al momento de que uno de ellos la empuja, veo un color que detesto y al mismo tiempo idolatro, la amatista.

La niña cae e intenta levantarse pero ellos no la dejan, uno la patea al grado de hacerla gritar. Algo en mi interior me grita que la salve; es extraño, no soy ninguna clase de salvador y menos, de humanos pero ella, me hace pensar distinto porque no hay ningún ser humano que posea esos ojos… tan ellos de misticismo, oscuridad y una mirada llena de determinación.

No puedo negarlo, cada vez que veo ese color se genera una revolución de emociones en mi interior. En una ocasión juré en acabar definitivamente con el dueño de esos ojos, ese cabello y esa mirada angelical con una fuerte voluntad superior a cualquier otro. Mi condena fue por ese ser, le creí y ahora estoy en este mundo.

Y sin pensarlo dos veces, me lanzo al ataque. Saltó de tal forma que, aterrizo en medio de ellos. Afortunadamente, la niña perdió el conocimiento y eso, me facilita las cosas.

-¿Quién eres tú?- pregunta uno de los atacantes.

-Soy uno de ustedes, pero se nota que han caído tan bajo que, prefieren víctimas pequeñas. Me dan pena- respondo con mis brazos cruzados.

-Y ¿no te crees capaz de matarla tu mismo? No lo creo, pareces un débil… ¡ja, ja, ja!- responde otro al ver, mis ojos distintos a ellos.

Ninguno de ellos se espera que me mueva con tanta velocidad que, uno de ellos muere al ser atravesado por mi mano. Los miro de nuevo mientras mi lengua, saborea un poco de esa sangre tan ácida. Los presentes no lo comprenden demostrando en sus rostros, la confusión y sorpresa.

-Yo me quedo con esta presa, así que no se acerquen o terminan peor que su amigo. Tengo hambre, degusto de las almas puras- esta última frase, genera mayor temor en los atacantes porque no saben qué hacer o decir.

-Ay demonio de cuarta, no te hagas el gracioso… ¡nosotros la encontramos primero porque es una presa única!

Comienza la pelea cuando ese demonio se lanza al ataque, mostrando sus lentos movimientos que detecto desde el inicio. Lo peor de todo, esta clase de seres juegan sucio y mientras éste me ataca, otro me golpea al grado que pierdo un poco la concentración hasta que uno tercero, hiere mi cuerpo con un puñal.

Ante esto, gruño a tal grado que empujo al principal atacante mientras los otros, se quedan paralizados. No pasa mucho cuando hacen un segundo intento pero los evado con rapidez y, respondo con algunos golpes. Me doy cuenta que son tan débiles que, pueden morir usando armas humanas; así que, de mi gabardina saco un revólver para disparar de inmediato a los oponentes.

En ese momento, logro darme cuenta que la niña se ha despertado y mira la pelea. Sus ojos se muestran perdidos, no sé si por lo ocurrido o bien, se trata de su verdadera naturaleza; lo único que puedo asegurar es que esa imagen no es humana, tampoco demoniaca sino, de alguien del cielo.

El único demonio que queda vivo, se coloca detrás de la niña con la intención de acabar con ella de un solo golpe. Yo lo miro mientras que él, sonríe burlón dando a entender que es capaz de matarla.

-Sus ojos son tan deleitantes que, dan ganas de matarla lentamente. Los niños son tan puros que los consideramos una entrada suculenta- comenta el ser, mientras siento aburrimiento por su pobre comentario.

-Hazlo, mátala ya si quieres- lo reto.

-Je…

Al decir esto, el demonio intenta tocar a la niña y su mano se hace cenizas. Yo sonrío, por su imprudencia así como ver lo que tengo enfrente. El individuo hace un segundo intento cuando la pequeña posa su mirada; y con ello, él se aleja de ella hasta toparse conmigo.

-Es muy peligroso acercarse así a un ángel- le digo en voz baja- déjamelo a mí, yo sabré qué hacer con ella- con esta palabra, el demonio tiembla del miedo al verme, al sentir mi aura maldita aumentar con lo último que haré.

-… no… no puede ser… es… usted… As…Astaroth…

Y sonrío con el último ataque. El demonio cae sin vida mientras que la niña, mantiene la misma postura aunque sale del trance y sonríe. Su gesto me descontrola pues no pensé que cambiara tan pronto.

-… me… salvaste…- musita la niña. Yo no sé qué decirle pero algo me sorprende de ella; se levanta y me abraza mientras llora en silencio.

Su cálido y pequeño cuerpo, me hace recordar esas mismas manos tocar las mías. No puedo creer en sentir esa misma esencia, la misma que me traicionó en el pasado…

aquella que le juré venganza en un reencuentro y ahora, está en esta pequeña. La última vez que la vi, fue en esa eterna batalla del norte y del sur; ángeles y demonios en la eterna pugna por lo establecido por el Padre.

Decidimos ser ajenos aunque desgraciadamente, cada uno de nosotros teníamos un deber y una misión. Lo que nunca pensé es verla de nuevo y, en este momento. Mi mano roza ligeramente su sedoso cabello azabache aunque me detengo al alzar su rostro bañado en lágrimas, la amatista de sus ojos es intensa dejándome callado.

-Tengo la oportunidad de matarla, ella no sabe quien soy- es lo primero que pasa por mi mente.

-Pensé que moriría, gracias… señor- de pronto la niña me sonríe. La idea de deshacerme de ella se esfumó por completo al percibir, su aura pura e inocente. Ella no entiende por completo mi reacción porque se dedica a regalarme una sonrisa que pensé, nunca más ver… admirar, adorar y… desear que sea solamente para mí.

Recuerdo perfectamente un episodio donde ella, me regaló ese gesto propio de humanos pero que aprendió a realizar. Al mismo tiempo, se acercó hasta abrazarme, por lo que percibí su aroma a jazmín, así como su dulce voz diciéndome su decisión final sobre nuestros mundos y nosotros.

Por ella, fue la única ocasión que sentí que aún, había perdón por mi rebeldía. Ellos (los demonios) me abrieron la puerta para formar parte de su legión, convirtiéndome en uno de esos seres de las tinieblas. Mi poder tiene la capacidad de hacer temer a los seres de más alto mando; de por si soy un duque y, la mano derecha del Rey de la oscuridad.

La veo de nuevo y todo ese remordimiento desaparece, la veo a los ojos mientras observo si no tiene alguna herida aunque ella, muy triste y asustada responde:

-¡Señor! Tiene… ¡tiene sangre!- señala con su dedito, mi abdomen. Me separo un poco de ella para ver el daño; tal parece que a ella, le espanta mi situación porque piensa que me pasará algo.

-… estaré bien… no fue nada- al decirle eso, rasgo la camisa y le muestro cómo la herida desaparece. Soy inmune a las armas humanas, solo un demonio a mi nivel o superior o… ella, pueden acabar conmigo.

-Se curó, acaso ¿es un superhéroe?- pregunta con total inocencia al grado de robarme una sonrisa…

-… no realmente, mejor vámonos de aquí.

Ella no dice nada pero toma mi mano con la idea de que quiere ir conmigo. Genial, ya es tarde para mi cita aunque algo en mi interior dice que me quede con ella. Y si lo pienso un poco, no la puedo dejar porque asusta ver a una niña con manchas de sangre en su vestido.

Ambos nos alejamos del parque para buscar un mejor lugar. Durante el camino, ella camina con mucha emoción aunque si uno lo piensa; como humano claro, lo más normal sería que se asuste o que piense que la voy a robar… no sé, es una niña muy rara porque comienza tararear una canción, la cual es demasiado conocida para mi.

-Gracias señor, solo quiero encontrar a mi hermano mayor, ¿me ayuda?... es que… me perdí, esos feos seres me estaban molestando y… y…

-No deberías confiar en mí, puedo hacerte algo.

-Yo confío en usted porque… porque…- y alza la mirada- ¡porque me salvó! No dejó que ellos me hicieran algo feo… y… y… porque creo que es bueno.

La niña es demasiado inocente, ella vio cómo maté a esos hombres. Con esa respuesta tengo entendido que, no es un humano y la otra prueba, son sus ojos. Sé perfectamente qué es ella y la verdad, no sé qué pensar. Tanto tiempo vagando por el vasto mundo para darme cuenta en lo que se convirtió hoy; una niña inocente que no sabe de traiciones, promesas rotas y un deber a cumplir.

-Su cabello es muy bonito y sus ojos, seguro tiene muchas novias- comenta de nuevo, generando en mí un momento de incomodidad porque no sé que pretende con todo eso. No voy a negar que en el momento de darle muerte a esos seres, ella estuvo presente porque cuando asesiné al último, su mirada se transformó en una que siente el dolor de quienes dejan el mundo… después de todo, ella velaba por las almas de los caídos evitando el acercamiento de los demonios a éstas.

-¿Cómo te llamas?

-Soy Azriel Hermosell- una vez más me sonríe mientras hace una pequeña reverencia- y usted, ¿quién es?

-… Astaroth.

-Que feo nombre.

Realmente tengo deseos de matarla por ese último comentario. Por otro lado, es extraña la inocencia que rebosa en su ser. Tal vez se deba a que es una simple niña pero yo sé perfectamente su verdadera personalidad. Cuando se trata de ángeles, ellos pueden renacer exactamente igual, sus memorias pueden desaparecer o mantenerse dormidas aunque su física y esencia persisten.

Yo sé que es ella, su nombre es el mismo. Es el ángel por el que experimento emociones y sensaciones de los humanos. Busco entre mi gabardina un objeto punzocortante pero no puedo hacerle nada, menos cuando ella ni sabe quien soy en realidad…

-Tienes un hermoso nombre- comento de pronto. Ella se sonroja para luego quedar enfrente de mí.

-Gracias, y le quiero regalar esto…- jala su ropa con la idea que me acerca a ella y, se quita un collar de oro con una medalla del mismo material- por salvarme y espero verlo en otra ocasión.

No sé qué hacer o decir, porque es la primera vez que alguien tiene un detalle de ese tipo. Lo más extraño de todo, sus intenciones son puras y no le importa en absoluto mi comportamiento indiferente hacia ella. Dejo que me coloque el artefacto en mi cuello para después, verlo con detalle: El objeto en sí, no era hermoso pero el detalle lo hacía especial; se trata de una pequeña imagen, un símbolo… posiblemente de la familia a la que pertenece. Sé de miembros que buscan una identidad, por lo que se sienten unidos como la medalla de la pequeña.

-… gracias,… no deberías- intenté devolverlo pero la niña hace un gesto de que no lo intente.

-Si no fuera por usted, mi hermano estaría triste por mí…

Una vez más, no puedo decirle nada aunque sin darme cuenta ya me había arrodillado ante ella generando en sus mejillas, un ligero sonrojo.

-¿Sabes? Me recuerdas a alguien, especialmente tus ojos.

-¿De verdad? Pero mis ojos son feos… todos me miran raro- dice la niña mirando al suelo aunque tomo con mucho cuidado su mentón para verla directamente.

-La amatista es un color privilegiado, demuestra misticismo y determinación- comento en un tono suave, algo que la niña se queda sin palabras.

-Usted… cree que ¿soy bonita?- noto claramente su timidez aunque la saco de sus pensamientos cuando mis manos posan su cabellera.

-Eres un ángel, y ellos son bellos, aunque la que conocí era única…

-Ya veo, entonces la quiere mucho…

-En el pasado, pero siempre tengo la esperanza de verla de nuevo- esto último, no pensé decirlo tan abiertamente pero si uno lo piensa bien, se debe a que uno está enfrente de ese ser.

-Mi hermano dice que si uno desea con el corazón por ese ser especial, llegará el día que pase eso.

No lo voy a negar, sin importar su apariencia será la misma de siempre. Su sonrisa es idéntica a la del ángel con las almas más hermosas que alguien puede tener. Y en ese momento, me acerco a ella hasta casi abrazarla cuando, escucho una voz peculiar.

-¡Azriel! ¿En dónde estabas? Pero… ¡tu vestido!- es una voz masculina. Se trata de un joven de cabellos castaños y ojos verdes. Lo primero que hace es acercarse a la niña para luego abrazarla.

-Unos tipos me querían hacer daño pero… pero ¡él me salvó!- responde la niña con una sonrisa- hermano Uriel, ese señor me cuidó en todo momento.

-… ya... veo… yo... gracias, señor- y por un breve momento, nuestras miradas se cruzan, llevando consigo un sobresalto y desconfianza entre uno y el otro.

-Cuídela… me retiro- son mis últimas palabras para darme la vuelta e irme del lugar.

Nunca pensé encontrar a ese mismo joven en este presente. Tampoco me puedo sorprender, porque él siempre ha estado con ella… y si es todavía una niña, es lógico que la proteja de seres como yo. Me detengo cuando escucho su voz.

-No pensé cruzarme con usted de nuevo, ni siquiera ha llegado el momento- su tono es serio y en ciertos aspectos, amenazante… esto, sólo me hace sonreír para voltearme y caminar hasta él.

-Lo sé perfectamente, por eso no le haré nada… yo la quiero ver con su verdadera apariencia. No como esta niña…

La niña no entiende nada de lo que pasa pero termina diciéndome “adiós”; tal y como lo haría ella al despedirme de su persona, luego de una tarde estando juntos. Camino y camino hasta perderlos de vista.

Llega la noche y observo mi reloj de bolsillo. Me doy cuenta que perdí la cita y ni modo, el interesado tendrá que buscarme de nuevo si realmente, le interesa mis servicios. Por otro lado me detengo para ver el cielo con pocas estrellas, producto del alto nivel de civilización que existe actualmente e impide la oscuridad total.

-Vaya día, pensar que estoy tan cerca de ella… - musito para luego mirar la medalla que me regaló-… Hermosell, ¿eh? Es la familia humana encargada de protegerte, mi dulce Azriel. Al decir su nombre, mi perdición y completa locura la beso…como si se tratara de esos labios tan suaves y carnosos; aquéllos por los que mataría al mundo entero por el simple hecho de probarlos de nuevos.

Quiero dejar en claro que esas emociones son humanas. Ángeles y demonios supuestamente, estamos exentos de éstas pero… esa medalla me hace recordar lo sensibles que somos; los más cercanos al Padre. A pesar de eso, no se me quita de la cabeza mi verdadero deber… la razón por la que sigo aquí; resistiendo la adversidad y la decadencia de seres como yo.

Al menos hoy, me di cuenta que no ha sido en vano la espera… ella está de regreso pero no es el tiempo adecuado, aún. Azriel, el ángel guardián de las almas… nos encontraremos en un futuro, en algunos años y espero que nuestros destinos tengan un verdadero final.

¿Para qué te quiero ver? No lo sé aún, posiblemente para vengarme, matarte, idolatrarte o simplemente estar bajo tus pies, tus deseos… todo depende de las circunstancias. Yo me encargaré de mostrarte quien eres y por qué, yo… Astaroth, duque del mundo infernal, anhela con completa devoción tu regreso… tu renacimiento.

Que así sea.

1 comment:

Yami said...

Me gusto, muy buena historia, y la verdad me dejo con ganas de leer mas

Un saludo y buen blog =)